martes, 24 de febrero de 2015

Carta a mi presente

Mi mamá me pregunta que dónde quedó la niña espontánea y cariñosa. Esa niña empática que se preocupaba por los demás. La verdad ya no está. Ahora está una mujer luchadora, independiente y aun así amorosa y dedicada que no quiere saber nada de límites externos y no le gusta escuchar constantemente que no se puede.  Soy completamente consiente de las cosas que estoy haciendo mal, Sé muy bien qué debería evitar. Sé también quién me roba, quién me daña, quién me busca por interés y sé qué hacer para que eso no pase. Simplemente no podía, tenía que hacerlo en ese momento. Era, por mucho mi último respiro para equivocarme de verdad y descubrir de verdad quién soy. Sola. Sin que me estuvieran juzgando, presionando o limitando.

Antier cumplí 22 años. El año pasado fue un año de cambios al por mayor. Desde cómo visto, mi cabello, mi trabajo, mis amigos, hasta cómo hablo. Incluso cómo me siento ante muchas cosas. Ahora amo mi silencio. En especial ese silencio dentro de mi cabeza. No hay miles de preguntas rondando, no hay laceraciones mentales, no hay grandes e inevitables miedos. Lo que sí hay es la certeza de que no tengo ganas de escuchar. Estoy harta de escuchar a los demás y no escucharme a mi misma  porque es eso lo que me hace caer en la locura. Decidí escuchar mi conciencia, mi mente y mi corazón. Ser auténtica y no lo que los demás esperan de mi.

Gracias a Dios, mis papás se divorciaron. Ahora puedo pensar por mi misma. Ya comienzo a tomar la decisión de si ir o no ir con la familia de mi papá y disfrutar infinitamente cuando estoy con ellos. Dentro de poco, me propongo a continuar con mis estudios. No me arriesgaré a terminar mi carrera con muros hechos por mi misma. Si bien no es nada fácil, tengo una clara idea de cómo rodearlos o tirarlos. Supongo que rodearlos puede a veces ser imposible. Que tal si uno de ellos resulta ser un muro de Berlín. Habría que tirarlo definitivamente. Pero como lo hecho, hecho está, Hay que darle pa'delante.

No engañaría a nadie si dijera que no me parezco a mi mamá. Tampoco engañaría a nadie si dijera que no me parezco a mi papá. Sin embargo tengo muchos años queriendo alejarme de ellos. Sólo que no se cuántos ni cuándo empezó. No sé en qué momento me separé de mi mamá. Me da miedo pensar que tengan razón y todo comenzara con cierta pareja que tuve. La verdad creo que comenzó todo en la secundaria, cuando me abarroté de maltratos y me sentí completamente desprotegida y rechazada. Todo lo que hacía estaba mal y lo único que importaba era lo que hacían mis hermanos y mi papá. El caso es que, creo que todos estos sentimientos de separación que tengo no son falta de amor sino que no soporto que me presione tanto. Esos muros que construí para que no entrara a mi vida son para que deje de presionarme tanto. Sin presión, puedo pensar mejor. Puedo hacerme responsable de mis actos.

Estoy en una carrera que no quiero destinada a estar con puros niños. La mayoría de ellos va a cumplir 20 años el año que viene. No soporto el hecho de que hagan tantos dramas e imprudencias. Precisamente porque esa etapa ya la viví. Odio prejuzgarlos, principalmente porque he descubierto que todos tienen unas historias hermosas atrás. Vidas complicadas y vidas simples con eventos complicados. Cosas que les han marcado el carácter y la visión de la vida. Como a mi. No somos más que una facultad llena de jóvenes que busca su destino. Así, sin cosas mágicas, sin conspiraciones illuminati o mazonerías. Es como un pequeño Nueva York. Ahí, para ser alguien, necesitas luminarias. Es una selva de libros y concreto. Una preparación auténtica para el mundo exterior. Y luego, llegas a dónde estoy yo. Al punto en el que te das cuenta de que, "ser alguien" en la escuela, es como una película gringa de colegiales. Tal vez no habrá fraternidades, clubes o esas cosas (o si los hay yo no sabría porque el único tiempo que paso en la escuela es el de las clases y luego salgo corriendo a hacer cualquier otra cosa que no sea estar allí), pero existen las planillas; unos pequeños grupos pseudo-políticos llenos de gente movida por los verdaderos partidos políticos del país. ¿Qué, a poco no sabían que así funcionaba? Jajaja.

Hablando enserio, hoy llegué a un punto en el que entendí que, no puedo vivir mi preparatoria en la universidad. En la preparatoria cree unos lazos infinitos con los cuatro amigos que más valoro en la vida. Ya tengo amigos. No voy a la escuela a hacer amigos, voy a estudiar. Si en la escuela hago amigos, ¡Que padre, que bien! ¡Bienvenidos! Pero basta de cortarse las venas por que no se me invitó a la fiesta del año. Uno suele aparecerse en las fiestas del año con otra persona y disfrutar la fiesta, no ser la fiesta. Así es como funciona.

Tampoco puedo hacer mi preparatoria en el sentido de saltarme clases y luego entregar trabajos finales. Si en la prepa hacía trampa en psicología, me mareaba a los maestros de ciencias y me ganaba a los de matemáticas con mi carisma, y un poquito de compasión, aquí ya no se puede. Este es un pequeño Nueva York. Se es alguien con esfuerzo. Se gana al jefe con pruebas y méritos no lambisconerías. No se trata de pasar las materias ya, se trata de ganarse la vida.

Sí, yo quiero viajar, tener una familia, un esposo que cuide de mí y de mis hijos. Por primera vez en mi vida quiero tener un esposo que me cuide y me ame y respete. Voy perdonando y voy perdonando quién era. Aun cuando sé qué cosas estoy haciendo mal, también sé qué cosas estoy haciendo bien. Conozco que mis metas son las de tener éxito y para hacerlo necesito ser una persona consiente, constante, alerta y decidida. Obstinada hasta cierto punto, si lo quieren ver así.

Hoy ya soy una mujer mucho más femenina. Sigo firme en mis preferencias porque las veo ciertas, pero también sé que quiero otras cosas aparte de eso. Conozco mis vicios y afortunadamente no son los de las drogas. También mis mañas, mis malos hábitos y mis debilidades. Sin embargo también conozco mis fortalezas, mis habilidades, y he visto, en pequeña escala, mi capacidad (ahora sí que me falta muy poco para sentirme del todo una adulta jaja).

Ya no soy cariñosa porque me lastimaron muchas veces. Ni soy espontánea porque decidí que no me gusta ser inapropiada. Cuido lo más posible mis palabras y me alejo de los arranques. Sólo estallo bajo presión y aun así, puedo controlarlo. Dudo mucho que en la vida cotidiana, la gente resuelva las cosas a gritos como en mi casa, o llorando, o exponiendo los más profundos pensamientos suicidas desde adentro del corazón. Todos los tenemos, vivimos con ellos y no los ponemos como una alternativa real ni los usamos en debates.  Estoy segura de que en los trabajos se entablan diálogos, metas y consecuencias. También estoy segura que, de igual manera que en mi casa, de una vida cotidiana no se puede escapar. No se puede mezclar la casa con el trabajo ni el trabajo con la casa. Es así. No se puede mezclar la escuela con la casa ni la casa con la escuela. Ni se puede mezclar la fiesta con la casa ni la casa con la fiesta. Son mundos separados. Nadie tiene por qué enterarse de lo que pasa en otros mundos. Sólo en confianza se comparten esas cosas pero ¿Quién puede confiar en alguien que lo quiere cambiar?

Personalmente me agobiaba bastante que mi familia aceptara a mis amigos. Incluso dejé pasar el amor muchas veces por que sabía que mi familia me haría un pancho. El problema es que el miedo a mi familia nunca me ha dejado avanzar en realidad. Se supone que la familia está para apoyarte cuando tienes una crisis, no para ensancharla. Es lógico que si en mi casa no me escuchan, haya buscado dónde lo hicieren. En especial porque ya ni siquiera en la poesía puedo expresarme como quiero por miedo a que mi mamá lo vaya a leer. Eso es lo que pasa, a mi familia, le tengo miedo. 

Tengo miedo a que mi hermano mayor no me acepte y me aleje de su familia. Tengo miedo a que mi otro hermano se enoje porque no me gusta que esté enojado, sólo me gusta que sea feliz porque cuando está feliz, me permite ser parte de su vida. Tengo miedo de que mi papá se entere de que no soy ni la mitad de perfecta que él quisiera porque, aunque es con el que menos rechazada me siento en mi casa, sabe elegir las palabras que hacen que me de cuenta de que no puedo escapar de mi realidad, sólo cambiarla o aceptarla. No me miente ni me hace castillitos de papel. En realidad nadie lo hace. Todos me hablan con su mejor verdad. Pero siendo sinceros, tengo miedo de que mi papá me abandone emocionalmente. Su distancia, es lo de menos. Y, en cuanto a mi mamá, tengo miedo de dejarla sola consigo misma. Me da miedo su autosabotaje y más miedo me da, no saber cuidar de ella. Es sólo que, estoy cansada de que todos quieran tener la razón sobre mi vida. Yo no me meto en sus decisiones, aun cuando éstas me afecten a mi. Yo no les digo como vestirse, como hablar, como ver a los demás, con quién juntarse y con quién no. Ellos no me hablan de sus amigos, no me hablan de sus fiestas, sólo mi mamá, y no me interesa que lo hagan si no les nace. Si ellos quieren que yo sepa algo de ellos, me lo van a decir, no tengo que escarbar. Lo único que me interesa es cómo son conmigo. Si son buenos o malos. Si con amables o groseros. Si me ayudan o me perjudican. Si puedo confiar en su palabra. Si respetan mi pensamiento o no lo hacen. Por que, la verdad es que necesito que entiendan que, Así respeten o no respeten lo que hago/digo/pienso/visto o siento, VOY A SEGUIR HACIÉNDOLO. No es por llevarles la contra, no es por engañar a nadie, ni si quiera a mí misma. La misma sangre corre por nuestras venas, pero el corazón es diferente. Lamentablemente o afortunadmente no tuve las mísmas oportunidades que todos ellos tuvieron. No tuve una vida social regular  pero tengo mi vida social que está bastante bien. No estuve en una escuela normal, pero aprendí muchas cosas muy padres en cuanto a lo académico. Nunca he tenido un cuerpo precioso como el de mi mamá, ni 5 pretedientes que la llenaban de atención, pero he tenido la oportunidad de dar esa atención yo misma a alguien más. Tal vez las trataba con la misma delicadeza y respeto que me gustaría que un hombre me tratara a mi. Pero siempre perdía ese lazo de respeto y felicidad que formaba por el miedo a mi mamá. Las mentiras no me gustan, pero aprendí a usarlas para poder amar y divertirme. E incluso a veces para aprender. Y todo por el miedo que me da perderlos y dejarlos solos a la vez. 

Creo que no estaría tan mal irme de casa, pero no lo quiero hacer. Me gusta tener a mi familia y mis oportunidades. Me gusta ser parte de esta familia tan variada. Por eso no tengo prisa. De todos modos no podría darme ni la mitad de los lujos y beneficios que quiero aunque "Si no luchas por lo que quieres, seguramente lo que obtienes, es lo que te mereces" y, como decía, a veces, me asusta escucharlos. Afortunadamente conozco quién soy, lo bueno y lo malo. ellos también y los amo. Amo su manera de amarme, pero principalmente me encanta sentir que me amo a mi misma.