miércoles, 27 de marzo de 2013

El cansancio ha llegado a mi...

     Hacía mucho que no me sentía tan cansada. Al grado que de la nada, mis hombros se sienten tensos sin tener alguna preocupación específica aparente. Todo el día estoy falta de energía y justo cuando quiero dormir, en el lugar donde vengo de visita uno o dos días (qué siempre termina siendo uno solo), me mandan a hacer encargos, aun cuando tenga invitados. Eso es algo que siempre me ha molestado mucho, sin embargo, no se puede desobedecer. No entienden que uno también está cansado pero muchas veces lo hicieron por mi, así que corresponder es lo más apropiado.

     Para ser más específica, me refiero a cuándo vengo de visita a mi ciudad de origen y me encuentro entre la espada y la pared. Quiero ver a mis amigos, salir a pasear en la ciudad, comer una nieve o algo porque donde vivo, el indice de criminalidad no me permite hacerlo. Quiero, por lo menos ese día que vengo a descansar, hacerlo, relajarme y divertirme. Lo malo está en que cuando invito a mis amigas a la casa para estar precisamente en mi casa viendo una película o algo, no puedo estar en paz. Siempre tienen encargos ya sea ir al banco, ir a la tienda, al super mercado, a la oficina, en fin, no se puede estar en paz y, como no me queda de otra, arrastro a mis invitados a completar las tareas asignadas pues no sé cuánto tardarán. Lo bueno es que durante ese tiempo platicamos y nos ponemos al tanto unas de otras. Lo malo es que, al final del día, aun cuando anduve en la calle por encargos de ellos el 60% del tiempo o más, me reclaman que "no tengo juicio", que "nada más ando de jacalera", que "no sea hipócrita, que si no quiero estar en la casa que no diga que a eso vengo"... en fin, creo que soy clara en la idea.

     Quiero descansar, lo necesito. Lo peor de todo es que no sé de qué estoy tan cansada (Digo, es posible que tenga que ver con las desveladas que me metí la semana pasada por andar viendo películas de terror, de esas que si se mueve la ventana en la madrugada, te despiertan, pero no estoy muy segura). Es verdad que no he estado haciendo casi nada porque casi no tengo clases y he estado "ligeramente desempleada" las últimas dos semanas, pero aun así me siento adolorida, especialmente de articulaciones y hombros. Y sí duermo, duermo mucho en realidad, a comparación de cuando trabajé el mes pasado. Me ha pasado en otras ocasiones y el resultado no me agradó para nada.

      La última vez que tuve estos malestares terminé con inyecciones de vitamina B, que quienes las han recibido, sabrán que duelen hasta lo que no. Y la bronca más horrible es encontrar quién te inyecte viviendo sola. No es como si fuese muy agradable estar pidiendo a alguien que te introduzca un medicamento sumamente doloroso en el trasero por medio de una aguja que te da pavor y aparte de las pompis te vean el escándalo que haces por "una simple inyección", pero mejor eso al cansancio que me cargo.

    Otra cosa bastante difícil es encontrar la manera de hacerle entender a los demás que no puedes con todo. Que estás agotada, que quieres relajarte y que te lo mereces. Si no doy problemas entonces que no me los den a mi.

    He disfrutado mucho estas dos semanas que tuve el tiempo relativamente libre, aun cuando sólo dos días fueron completamente míos porque siempre tengo algo que hacer. Pasar tiempo con la familia es siempre muy divertido, tener pareja es algo muy bonito, estar en una casa limpia es cómodo aunque mantenerla resulte difícil, procurar a todos y cada uno de estos humanos especiales e intentar equilibrar la atención entre todos tampoco es fácil pero vale la pena. Y aunque algo me dice que me estoy sobrecargando con cosas sencillas, no hay una sola que pueda dejar a un lado. Incluso ahora que voy a comenzar en mi nuevo empleo, nada me parece que sobre en mi vida, lo que me falta es energía y la costumbre de ser justa conmigo y con mis relaciones interpersonales. Hacía mucho que no me veía tan bendecida con tantos compromisos y responsabilidades satisfactorias como ahora y lo agradezco, aunque agradecería más paciencia, tal vez, para tener todo equilibrado como hasta el momento.

     Suena a que son muchas cosas, en especial si tomamos en cuenta que no estaba antes acostumbrada ni a una pareja, ni a un trabajo, ni a un orden en mi casa y tampoco a acercarme a la familia. Gracias a Dios que no he caído aun en el estrés pero creo que para allá voy. Sólo pido UN DÍA ENTERO para descansar. Pero mientras llega, pido serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que si puedo y sabiduría para reconocer la diferencia. Sé que mi familia, mi pareja, mi grupo de AA, y mis amigos me servirán de soporte y escucha el día en el que me tenga que levantar. Así que por mientras ¡A darle, chiquita! para adelante y nunca para atrás.

sábado, 16 de marzo de 2013

Diez Años Después, un texto de Raul Francisco Cobos Arzola

Ahora, con el permiso del autor, les compartiré un cuento que surgió tras la reflexión de los pros y contras de los libros digitales y físicos.
Raúl es un amigo Parralense que conocí durante mi corta estadía en una empresa dedicada a la atención a clientes vía telefónica. De esas personas con gustos parecidos que te encuentras en el lugar donde menos te lo esperas. También es, como yo, un asiduo lector por el simple gusto de leer. En lo personal, aunque es una persona que habla poco, me parece muy agradable y creo que su texto les dirá mucho de quién es. En fin, sin más preámbulos, les dejo:


DIEZ AÑOS DESPUES.

Una sensación cálida lo empezó a invadir paulatinamente hasta que el sol en su rostro lo obligó a despertar, le tomó un par de minutos recordar donde se encontraba y que día era, había caminado varias horas en busca de alimento sin éxito hasta que el sueño lo venció. Poco a poco se reincorporó, tomó su bolsa y admiró el escenario mientras aseguraba los primeros pasos de una caminata difícil sobre piedras y escombro.
No había mucho que llamara la atención, poco quedaba de lo que una vez fue una gran ciudad, ahora sólo ruinas y escombros.
 -Diablos, espero poder encontrar algo para comer en este lugar, no me siento muy bien-  se dijo. Luego de media hora divisó algo que parecía haber sido un supermercado, no quedaba mucho pero había un gran contenedor que de inmediato se acercó a revisar.
 -Excelente, hay galletas y jamón enlatado, ¡Que manjar!- se decía al tiempo que metía todo lo que podía en su bolsa. De pronto algo lo puso en alerta, bajó de un salto del contenedor y vio que una figura humana lo miraba con complacencia. Era un hombre, tan mal vestido y andrajoso como él y cargaba un bulto en su espalda.
 - ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?-  le preguntó. El recién llegado con toda la calma del mundo le contestó: -Tranquilo amigo, al igual que tú estoy buscando provisiones, mira…- y le mostró el contenido de su bulto, unos pocos plátanos y una bolsa de galletas caducas (hace más de un año). -¿Le parece que nos hagamos compañía mientras realizamos nuestras compras?- le guiñó con sarcasmo el hombre del bulto, a lo que nuestro amigo aceptó con cierta  desconfianza.
-Por cierto, me llamo Leonardo, ¿y usted?- le dijo el recién llegado.
-Manuel, me llamo Manuel- respondió nuestro amigo.
-¿Tiene donde quedarse? Si no es así podría compartirle mi morada, no se parece a lo que era hace unos 10 años pero es muy cómoda- le dijo Leonardo. Manuel aceptó de buena gana, ya le había tomado cierta confianza a su nuevo amigo.
Caminaron poco más de una milla y llegaron a una pequeña casa de muros sucios y ventanas protegidas con maderos, al menos esta contaba con un techo para protegerlos de las inclemencias del clima, un enorme ropero le servía de puerta. Al entrar Manuel, no pudo ver mucho, sólo vio algo que parecía ser una estufa y un mueble grande al fondo, Leonardo sacó algo que parecía un pedernal de entre sus ropas y procedió a tallarlo contra algo metálico, las chispas encendieron un objeto pequeño parecido a una vela y poco a poco se fue iluminando el lugar. Manuel se quedó con la boca abierta, no podía dar crédito a sus ojos, efectivamente había una estufa, una pequeña mesa de madera, un catre con unos cuantos cojines y un enorme librero, el mueble que vio al fondo de la vivienda, ¡Cargado de libros! Grandes, chicos, gruesos, delgados, viejos, no tan viejos, conforme se acercaba pudo leer algunos títulos conocidos, era impresionante, cientos de ellos, y por si fuera poco había otro mueble casi igual de grande con más y más libros, sobre la mesa, tirados en el piso….era una locura.
-Esto es increíble Leonardo, ¿Cómo has podido conservar tantos libros? Después de lo que pasó hace 10 años….en el 2012, esa llamarada proveniente del sol….no creí que viviera para contarla-
Leonardo se quedó pensativo un buen rato, -Puedes llamarme Leo, somos amigos, ¿no?- Se hizo otro silencio, Manuel asintió con la cabeza, se acercó al mueble y tomo un ejemplar bastante antiguo, al darse la vuelta tropezó con algo, miró hacia abajo y preguntó:
-¿Es un lector electrónico esto que está en el suelo, Leo?-
-Si, lo es, pero es pura basura ahora…no hay como recargar la batería-

FIN.