lunes, 18 de septiembre de 2017

¡Y lloré!

¡Y lloré!
Lloré como hacía tiempo lo pedía mi cuerpo. Lloré en la soledad y la paz de ver por mi misma. Lloré en la de no esperar nada de nadie. Por primera vez en mucho tiempo lloré a gritos y con suficientes lágrimas ¡Y me sentí agradecida! Me sentí agradecida de tener lágrimas acordándome de aquélla vieja que murió en mis brazos. Aquélla que Dios me permitió acompañar en su último aliento y a la cual le presté mis lágrimas pues sus ojos ya estaban secos. Tal vez lloró en la vida todo lo que haber llorado. Quizá agotó la cuota de lágrimas que Dios le había brindado.
¡Y lloré!
Lloré en la mesa dónde alimento a niños que me recuerdan tanto a mi ¡Y como me hizo falta! A dónde volteo veo su cara en esta casa que me dio un hogar más que una cama ¡Y solo quisiera gritar ¿Dónde está mi madre?! ¿Que hago para guiarlos? ¿Como les digo que no sean como yo era contigo? ¿Como les explico todo lo que daría por nunca haberte gritado? Por nunca haberte ignorado... ¿Como les explico que ahorita a las diez su mamá los va a abrazar y yo solo veré tu foto? ¿Como les explico que ellos tienen todo y yo iba al colegio privado con los zapatos rotos por que en la tienda ya no nos fiaban la leche? Como podrían entender lo increíble que fue tenerte?
Mamá, por gloria de Dios se me permitió llorar en este día. Este día en el que no me falta nada. Este en el que comprendí lo hermoso que es poder producir lágrimas. Tenías razón: hay corazones como el mio que necesitan de las lágrimas.