viernes, 15 de diciembre de 2017

"Es un texto nada más" insisto a quién se preocupa. La realidad es que existe en mi pensamiento algo más grande que no puedo identificar todavía, así que lo llamo inspiración y dejo que lance palabras a la pantalla por medio del teclado. Todo cambia más rápido de lo que hubiese imaginado, mi cuerpo me lo grita. Puede que un cuarto de siglo no sea tanto pero, la realidad es que bien podría ser la mitad de mi vida. Quizá un tercio de mi desperdiciada vida con enfoque de artista abandonado. Quizá la depresión me esté alcanzando o no conozca en mi otro modo de escribir ¡Ve tú a saber por qué escribo más en estas fechas!
Podría ser tanto un comienzo como un final. Entra en mi el miedo y no lo quiero dejar que gane terreno. Me ha quitado muchas cosas ya. "Autosabotaje" le han llegado a llamar. La palabra retumba y rebota en el interior de mi cabeza y mi mirada perdida se refleja en la computadora.
"Sólo son palabras" Dentro de mí sé que suelo escribir cuando más quiero gritar. Un "te amo" apacigua. Gracias por dejarme amar. El texto aun no acaba pero ya está sonando la alarma de "¡AYUDA! ¡VAMOS A COLAPSAR!" mientras mi cabeza entra en un estado similar al efecto de la marihuana. Similar a no saber en dónde te encuentras dentro del espacio temporal. El violín sigue sonando y siento que vuelo dentro de él mismo ¡Maldita ansiedad social!


jueves, 14 de diciembre de 2017

Ilusiones de nieve

Puedo imaginarte observando por la ventana como la nieve cae y se acumula en el suelo. La nostalgia que refleja tu mirada me lleva a esos ayeres en dónde quizá esto lo soñaste a su lado y te das cuenta de que lo perdiste. Dentro de ti aun sientes que fue tu culpa, que quizá pudiste ser un poco más fuerte y dar ese paso que tanto te pedía que dieras. Sin embargo estás en el diván que perfectamente colocaste para recibir los rayos del sol y ver a la gente pasear a los perros que decidiste no tener, o incluso, a los niños que decidiste renunciar. Tu taza de chocolate caliente emana un vapor reconfortante en cierto modo, pero sabes que eso no lo arreglará todo.
Te pusiste a reflexionar: ¿Por eso sigues viendo la nieve? Mantienes la esperanza de que por algún motivo él regrese y marque con sus grandes botas cafés el blanco camino hasta tu lumbral. Aun sigues esperanzada de que su sonrisa se aparezca en tu puerta y te tome entre sus cálidos brazos y rían al unísono bajo el marco donde lo recibirías con los brazos abiertos impregnándote de su peculiar aroma... "Si tan solo no hubiera sido tan cobarde" te repites constantemente, "si tan sólo hubiera hecho las cosas diferentes, quizá estarías aquí".
, dejas de engañarte prontamente, quizá no habrían llegado tan lejos, o quizá hubieran llegado a más pero de él sólo queda el recuerdo, las enseñanzas y las lágrimas que se condensaron con los meses y hoy, caen como nieve allá afuera.
Nunca la navidad será igual, quizá nunca vuelva a brillar bajo el mismo espectro de risas y gozo, o quizá era lo justo y dio tanta luz como le tocaba dar. A final de cuentas, tú estás aquí, él permanecerá en ti durante toda tu vida y tú, abrazarás su recuerdo y su recuerdo te abrazará en las pequeñas cosas.
Sorbes un poco de chocolate "esto me matará" te aseguras a ti misma recordando aquello que te lo arrebató de las manos. La nieve sigue cayendo. Su risa jovial y estruendosa regresa a tu memoria y empiezas a percibir algo que habías dejado atrás, el sabor de la muerte. El dulce gusto por ese amargo desaparecer entre las tinieblas del eterno adiós "Quizá allá nos podremos ver", juega contigo tu mente, una parte de ti le cree a esa voz seductora que dice "¡Hazlo, te lo mereces!", por otro lado escuchas a lo lejos el macabro retumbe de "¡Merecer? ¡Cobarde! ¿Qué sabes tú de merecer si lo traicionaste y rompiste su última oportunidad de amar?"
Un ciervo pasa por el jardín, juguetón, persiguiendo a su madre. Bebes otro sorbo. Quizá esto no está tan mal. A final de cuentas, Dios es sabio, ¿No? Él opinaba lo contrario, a final de cuentas pensaba que lo abandonó con su enfermedad, que lo dejó sufrir hasta el final, se dejó vencer, prefirió descansar. El chocolate sigue tibio, la nieve paró de un momento a otro, la leña pierde su calor, bebes otro sorbo.
El reloj marca la hora que acompaña al sol. A ese atardecer con olor a marchita rosa amarilla y sabor a chocolate en agua, al menos hasta el último trago, al menos hasta el último suspiro que te obliga a alejarte del diván. Te ves crecer, lo dejas atrás, esperándote hasta el siguiente vals. Dejas una vez más esa etapa descansar y a la nieve acumulada la vez con el alma de una bella y próxima navidad. Seguramente él estará feliz de verte bien, donde sea que esté.