sábado, 16 de marzo de 2013

Diez Años Después, un texto de Raul Francisco Cobos Arzola

Ahora, con el permiso del autor, les compartiré un cuento que surgió tras la reflexión de los pros y contras de los libros digitales y físicos.
Raúl es un amigo Parralense que conocí durante mi corta estadía en una empresa dedicada a la atención a clientes vía telefónica. De esas personas con gustos parecidos que te encuentras en el lugar donde menos te lo esperas. También es, como yo, un asiduo lector por el simple gusto de leer. En lo personal, aunque es una persona que habla poco, me parece muy agradable y creo que su texto les dirá mucho de quién es. En fin, sin más preámbulos, les dejo:


DIEZ AÑOS DESPUES.

Una sensación cálida lo empezó a invadir paulatinamente hasta que el sol en su rostro lo obligó a despertar, le tomó un par de minutos recordar donde se encontraba y que día era, había caminado varias horas en busca de alimento sin éxito hasta que el sueño lo venció. Poco a poco se reincorporó, tomó su bolsa y admiró el escenario mientras aseguraba los primeros pasos de una caminata difícil sobre piedras y escombro.
No había mucho que llamara la atención, poco quedaba de lo que una vez fue una gran ciudad, ahora sólo ruinas y escombros.
 -Diablos, espero poder encontrar algo para comer en este lugar, no me siento muy bien-  se dijo. Luego de media hora divisó algo que parecía haber sido un supermercado, no quedaba mucho pero había un gran contenedor que de inmediato se acercó a revisar.
 -Excelente, hay galletas y jamón enlatado, ¡Que manjar!- se decía al tiempo que metía todo lo que podía en su bolsa. De pronto algo lo puso en alerta, bajó de un salto del contenedor y vio que una figura humana lo miraba con complacencia. Era un hombre, tan mal vestido y andrajoso como él y cargaba un bulto en su espalda.
 - ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?-  le preguntó. El recién llegado con toda la calma del mundo le contestó: -Tranquilo amigo, al igual que tú estoy buscando provisiones, mira…- y le mostró el contenido de su bulto, unos pocos plátanos y una bolsa de galletas caducas (hace más de un año). -¿Le parece que nos hagamos compañía mientras realizamos nuestras compras?- le guiñó con sarcasmo el hombre del bulto, a lo que nuestro amigo aceptó con cierta  desconfianza.
-Por cierto, me llamo Leonardo, ¿y usted?- le dijo el recién llegado.
-Manuel, me llamo Manuel- respondió nuestro amigo.
-¿Tiene donde quedarse? Si no es así podría compartirle mi morada, no se parece a lo que era hace unos 10 años pero es muy cómoda- le dijo Leonardo. Manuel aceptó de buena gana, ya le había tomado cierta confianza a su nuevo amigo.
Caminaron poco más de una milla y llegaron a una pequeña casa de muros sucios y ventanas protegidas con maderos, al menos esta contaba con un techo para protegerlos de las inclemencias del clima, un enorme ropero le servía de puerta. Al entrar Manuel, no pudo ver mucho, sólo vio algo que parecía ser una estufa y un mueble grande al fondo, Leonardo sacó algo que parecía un pedernal de entre sus ropas y procedió a tallarlo contra algo metálico, las chispas encendieron un objeto pequeño parecido a una vela y poco a poco se fue iluminando el lugar. Manuel se quedó con la boca abierta, no podía dar crédito a sus ojos, efectivamente había una estufa, una pequeña mesa de madera, un catre con unos cuantos cojines y un enorme librero, el mueble que vio al fondo de la vivienda, ¡Cargado de libros! Grandes, chicos, gruesos, delgados, viejos, no tan viejos, conforme se acercaba pudo leer algunos títulos conocidos, era impresionante, cientos de ellos, y por si fuera poco había otro mueble casi igual de grande con más y más libros, sobre la mesa, tirados en el piso….era una locura.
-Esto es increíble Leonardo, ¿Cómo has podido conservar tantos libros? Después de lo que pasó hace 10 años….en el 2012, esa llamarada proveniente del sol….no creí que viviera para contarla-
Leonardo se quedó pensativo un buen rato, -Puedes llamarme Leo, somos amigos, ¿no?- Se hizo otro silencio, Manuel asintió con la cabeza, se acercó al mueble y tomo un ejemplar bastante antiguo, al darse la vuelta tropezó con algo, miró hacia abajo y preguntó:
-¿Es un lector electrónico esto que está en el suelo, Leo?-
-Si, lo es, pero es pura basura ahora…no hay como recargar la batería-

FIN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La opinión de los demás, es siempre bien recibida. Sin ella, nuestro pensamiento nunca crecería.