La dependencia a los teléfonos celulares como factor de
deterioro en las capacidades cognitivas y psicosociales
Por medio de este texto se pretende
exponer la influencia negativa en el aspecto cognitivo y psicosocial del uso indiscriminado
de los teléfonos celulares. Se intentará plantear una comparación entre la
funcionalidad en sociedad de las personas previamente a la existencia de éstos
y cómo el abuso y el consumismo han transformado su finalidad, minimizando su
característica como herramienta de comunicación hasta transformarse en un
factor dañino para nuestra vida cotidiana. Se hablará también de la llamada
nomofobia y como esta crea una barrera de comunicación efectiva. Y se
propondrán posibles alternativas para la estimulación de la memoria a largo
plazo utilizando estas tecnologías a nuestro favor.
No se puede negar que actualmente es
imprescindible en la mayoría de los entornos contar con al menos uno de estos
aparatos. Una vez conocidas sus ventajas, es difícil imaginarnos la mayoría de las
situaciones sin acceso a ellos, aun cuando no se usen activamente, nos sorprende
su ausencia. Ya sea por medidas de seguridad, trabajo o simplemente por interacciones
sociales, su presencia es presupuesta.
Habría que comparar la existencia de todas
las actuales posibilidades de comunicación con las existentes a mitad del siglo
pasado y principio del presente. El valor del tiempo, recursos y espacios se
determinaba también por las interacciones. Ya sea un salón de clases donde
presencialmente escuchamos la cátedra, una sala o el comedor en casa de la
abuela, el entorno tenía mayor importancia para la entrega exitosa del mensaje.
Formaba al individuo y se reforzaba el respeto y capacidad de escucha
eficiente.
Las generaciones más jóvenes, también conocidos
como los “nativos digitales”, basan en algún punto de su desarrollo su entera
personalidad alrededor de su teléfono y todo lo que éste contiene de su
información personal. Son herramientas para la organización, recolección de
datos, medio de investigación, entretenimiento, estatus y escudo mientras dure
la batería. Las exigencias sociales que trae consigo estas características enfocan
la atención de las personas de manera más pronunciada hacia la inmediatez de
resultados y respuestas. Los medios digitales han roto la barrera del tiempo
que físicamente tenemos disponible junto otras personas, transportándonos a
otros sitios desde la palma de nuestras manos.
Según
expone Amaro La rosa en su texto TELÉFONOS MÓVILES, COMUNICACIÓN E INTERACCIÓN:
…la manera en que los teléfonos móviles
pasan a formar parte de la vida diaria de los adolescentes convirtiéndose en
una suerte de detonadores del pensamiento social. A través de su uso los
adolescentes construyen su identidad y aprenden a presentar su yo en la esfera
pública. El uso de los móviles demanda el desarrollo de las propias
competencias que los habilitan como individuos funcionales a su sociedad.”
Actualmente
las herramientas dadas a los jóvenes implican una visión distinta a la de otras
generaciones. La sobre exposición a la tecnología trae consigo pros y contras. Ante
la posibilidad de borrar y reiniciar cualquier diálogo, la planeación de las
conversaciones puede ayudar a predecir un resultado favorable. Brinda, hasta
cierto punto, una sensación de seguridad. Sin embargo, esta ilusión de control
falla al interactuar con la persona frente a frente. No existe ese lapso que
nos permite rectificar nuestras palabras. En el mejor de los casos, nuestras
experiencias previas con el interlocutor nos darán una idea de los posibles
resultados. Por otro lado, la falta de convivencia en tiempo real disminuye la
capacidad del individuo para identificar factores de tensión en las reacciones
y respuestas aumentando la posibilidad de resultados desfavorables. Esto se debe
a una falta de inteligencia emocional que se adquiere inevitablemente mediante
la integración a la sociedad. La conciencia sobre un potencial fracaso genera
aun más apego a la zona segura que es la mensajería instantánea.
Ya sea
por texto o un lenguaje predominantemente visual (emojis, filtros, stickers,
gifs, etc.) estamos ya acostumbrados a esperar una respuesta, incluso a veces
genérica y carente de sustancia. Las opiniones propias y las conversaciones
profundas de autodescubrimiento no son tan frecuentes pues “se espera” que los
mensajes sean rápidos y eficientes. Se ridiculiza el sentimentalismo y se
promueve la falsa ilusión de activismo social y “filosofía barata” por una
estela de breve reconocimiento. Así se expone en el estudio Intolerancia a la Incertidumbre y Nomofobia
en adultos emergentes realizado por Claudio Marcelo Acosta como parte de su
Tesis para la licenciatura en Psicología por parte de la UADE:
“… lo
que Cushman denomina el “yo vacío” (en García-Montes et al, p. 69), pues al
quedar atrás la época de los grupos de referencia preasignados, las pautas y
códigos de conducta que servían como guía se vuelven escasos y contradictorios
dificultando la construcción de una identidad personal (Bauman, 2004). A falta
de las señales que brindaban las estructuras tradicionales el “yo vacío”
demanda gran cantidad de información y dirección de los otros para guiar su
comportamiento, de manera que las formas de identificación actuales requieren
más que nunca de la ayuda de “otros significantes” –el otro generalizado de
Mead (1993)– para construirse.”
Es por
esto por lo que la constante validación por medio de las redes sociales y a la
sensación de control de nuestras interacciones y tareas de la vida diaria se
vuelve una necesidad para nuestra estabilidad mental, ocasionando incluso lo
que se conoce como nomofobia. Quiroz, et al. (2015) describen a la adicción al
uso del teléfono móvil, como la imposibilidad que un sujeto tiene para
controlar o interrumpir su utilización. Pese a que aun no forma parte de la literatura
como diagnóstico oficial ya se han presentado propuestas para incluirse en el
DSM-V (The Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders), manual de diagnósticos oficial
para la psicología y referencia para otras ciencias como la medicina.
Como
toda adicción, la abstinencia puede provocar en las personas reacciones
adversas como crisis de ansiedad, incertidumbre, depresión e incluso, en
algunos casos, desatando episodios violentos que pueden poner en peligro a
quien los padece o a otros. Por este motivo se recomienda el uso moderado tanto
por salud física como mental y buscar alternativas como actividades que
requieran una interacción directa con otros, principalmente para los más
jóvenes.
También
es importante considerar a aquéllos cuyo trabajo les obliga a depender de este
tipo de aparatos de comunicación. Otra de las características de los teléfonos
inteligentes es la inmediatez en la obtención de respuestas y la capacidad de
almacenamiento de información. Pese a que es una ayuda enorme, tiene en su
gloria su condena. Hemos perdido la capacidad de programar sin su asistencia la
comprensión y retención de información.
Sería
entonces necesario regresar al núcleo básico de la comunicación que es la
convivencia presencial, activar nuestros cerebros con actividades que mantengan
la estimulación de las conexiones neuronales e intentar dejar de lado la
dependencia digital. Seamos conscientes de que un contacto más personal,
aumenta la calidad del ser humano sensibiliza y concientiza sobre el dolor y
necesidades de los demás. No podemos ignorar la falta que esto hace en la
sociedad actual y si bien, los teléfonos son beneficiosos, una mayor carga
ética y de valores puede guiarnos a una sociedad digitalizada y centrada en el
bien común en lugar de egocentrista e ignorante del entorno.
Bibliografía:
·
Acosta, C. M. A. (2018, junio). Intolerancia a la Incertidumbre y
Nomofobia en adultos emergentes. Recuperado 30 mayo, 2019, de
https://repositorio.uade.edu.ar/xmlui/bitstream/handle/123456789/7414/Acosta%20Claudio-%20TIF.pdf?sequence=4&isAllowed=y
·
La Rosa, A. L. R. (2012, enero). TELÉFONOS MÓVILES, COMUNICACIÓN E
INTERACCIÓN. Recuperado 30 mayo, 2019, de
http://www.unife.edu.pe/pub/revpsicologia/avances2012/amarolarosa.pdf
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