viernes, 24 de mayo de 2013

Un divagar del alma.



Horas son, las que paso aquí sentada. ¿Mi ocupación? Mirar jardines a través de las ventanas, perderme inevitablemente con fantasías que en el verde nacen, se expanden y me envuelven. Mi mente vaga de rama en rama y se vuelve una con la luz que se filtra entre las hojas, pero yo… sigo vacía. Al volver la vista el frente, regreso de mi viaje alegre sintiéndome una barca frágil y pequeña que flota totalmente a la deriva. Y de nuevo recuerdo que las presiones del mundo, la diaria vida y la rutina ignoran de mis patéticos miedos personales y así, continúan moviéndome a voluntad. Intento mantener la dirección, pero la vela débil de mi resolución es llevada y desgarrada sin más por cualquier viento no amigable. Sé muy bien que no debe ser tal, mas me es difícil de otro modo actuar; me pesa el confort de los hábitos, me falta la pasión de un auténtico sueño.


Y encima de esto, ansío. Me la vivo ansiando, anhelando, esperando…  esperando algo que no vendrá, esperando a alguien que no llegará, no, ya no, nunca más. ¿Qué pasa conmigo, qué está mal? No encuentro alivio al vacío, no hallo sabor alguno al paso de los días, un poco más y más seca me quedo y se me agota la energía. ¿Qué debo hacer para ser parte del collage colorido y feliz de la primavera? ¿A quién debo rezar para que regresen las ganas y el deseo perdidos?


Y tú, hombre del cielo enviado, tan lejos del alma, exiliado de la vista, pero presente en cada melosa pareja que retoza en los jardines, y encarnado hasta la médula de la memoria mía. Segura estoy que por tu mente no se ha de cruzar ya el sonido que me daba nombre, no has de preguntarte ni qué es de mí, ni si en ti estaré pensando, ni si por ti –preciado, soñado, espléndido- mis penas se vienen de a poco acumulando, pero eso es todo en lo que yo a diario pienso.


Que patético… Es patético, ¿a qué sí? ¡Yo, que soy burladora del amor, supresora de emociones, pasiones y sentimientos, controladora de todo aquello que del llamado “corazón” de derive y desboque! Heme aquí, molesta, perdida, ansiosa, insatisfecha… doliente, por no tener para mí el cariño de un hombre; por no tener cariño, mi cariño. ¿Cuántas cosas no me habré perdido de aquel trayecto ruboroso que nos lanzaba en vuelo a los púberes recintos de lo que podría ser amor un día? ¿Qué tan cerca no estuve de tener para mí tu boca, adueñarme de tus ojos e instalarme para siempre en tus brazos? Un amor, un amor es lo que entre otras cosas me pesa. Un amor es lo que ansío, es lo que anhelo, es parte de ese auténtico sueño dorado que mi alma no vislumbraba sino hasta después de encontrarte.


¡Que simpleza, niño mío, que simpleza! Y también, ¡oh, que ironía! Nunca más podré vagar fuera de mi cuerpo en el verde de los jardines sin encontrarme allí con tú sonrisa, sin regresar al diario mundo sin una lágrima asomando por la esquina de mi ojo. Ya no podré ir por la vida navegando sin rumbo, sola, desesperanzada y fría después de haber estado en el cobijo de tu afecto. Ahora sí, vaya a donde vaya, iré buscando tan adictivo calor, con ilusión, con esperanza, con anhelo, aunque nunca encontraré aquel calor que tú me diste. Que absurdo, que tonto… que triste.

1 comentario:

  1. "Diez partes de mi" se alegran de verte vivir de nuevo. Gracias por escribir. Te quiero.

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