domingo, 2 de junio de 2013

Frente a la audiencia

 Hablar en público no es cosa del otro mundo. De hecho cualquiera lo puede hacer, pero no es fácil. Muchos tienen las habilidades suficientes para poderse parar enfrente de las personas y decir cuanta cosa venga a la me mente desde pequeños. Lamentablemente con el tiempo éstas pueden perderse a medida que crecen por el miedo al ridículo. Otros desde la misma edad comienzan a batallar para cumplir los deseos de los adultos que quieren ver todas y cada una de sus “gracias” de corridito y se esconden atrás de la mamá o el papá. Aquí es donde aplica la frase de Albert Einstein, “Todos son genios pero si juzgas un pez por si habilidad para trepar árboles, va a pasar toda su vida creyendo que es estúpido”.

   Cuando no se le facilita a una persona pararse frente a un grupo y exponer se le dan consejos para ir a hacerlo, pero muchos de estos sólo son consejos para no sucumbir ante los nervios y no para mantener la atención. Enlistaré las más comunes.
  • Imaginarse a los demás desnudos- Esto se ve mucho en la televisión estadounidense. Una vez que se pronuncia es muy difícil no hacerlo, lo cual puede ponerte incluso más nervioso por estarlo evitando o por hacerlo consciente o inconscientemente. Puede provocar incomodidad o una risa incontenible y por ende, no dejarte exponer tu tema.
  • Mirar a un punto fijo en la pared- Cuando uno no está recibiendo atención es muy obvio y sí como público no sientes que te están hablando a ti, jamás vas a poder concentrarte plácidamente en el tema. Incluso se puede decir que el espectador ansía ser visto directamente al menos una vez durante toda la exposición.
  • Tú llega y habla de lo que se te ocurra- Aun cuando se tenga un dominio amplio del tema, no es recomendable hacer esto. La razón es que hablar sin tener un discurso previamente preparado, o al menos las ideas principales de éste bien definidas, lleva al expositor a divagar y generalizar demasiado. Esto deja al oyente con información que no necesita y muy probablemente una atención dispersa.
   Todos estos consejos, si bien pueden llegar a servirle a una persona, no son muy recomendables. Es mejor siempre prepararse con toda la antelación posible, o en caso de que sea necesaria la improvisación, tener la consciencia que no es más que una conversación con más de una persona. La confianza es entonces la base de hablarles a los demás acerca de lo que sea. Si no se tiene se crea.

¿Cómo puedes crearte una confianza?

   Existen muchas técnicas; desde mantras hasta complicados rituales personales antes de cualquier exposición. Una llamada de teléfono, ejercicios de respiración, música… La verdad es que casi nadie entra con toda la seguridad a impartir un monólogo ¡Mucho menos a hacer que éste entre en las mentes de las personas! Por mucho que sepas qué es lo que se tiene que hacer siempre existe ese miedo a equivocarse, la clave está en no demostrarlo y evitarlo a toda costa.

   Es importante estar seguro de lo que se va a hablar. Sí se tiene la posibilidad de preparar el o los temas, hay que aprovechar. Es conveniente incluso, investigar más allá de lo que se va a decir para poder cubrir la mayoría de las dudas que surjan a partir de la exposición o simplemente para traer ejemplos que ayuden a dejar más clara cualquiera de éstas. Uno no sabe qué cosas pueden preguntarle, en caso de que se abra un espacio para hacerlo.  Además, se supone que quien expone intenta transmitir un conocimiento, mensaje o un hecho ¿Qué mejor que éste llegue claro al receptor?

   Si tu miedo está en que se te olviden las cosas al momento de estar parado frente a las demás personas anota lo que vas a decir, pero no todo el discurso, sólo palabras clave.  Leer  un discurso nunca traerá el mismo impacto que decirlo con naturalidad. Al principio todo el mundo habla en un tono de voz monótono, casi programado, pero con el tiempo el habla se va haciendo más fluida y con esto la capacidad de recordar lo que se tiene que decir ¿Por qué? Porque cuando te haces a la idea de que el tema es tuyo, la naturalidad con la cual hablas de él, más que aleccionadora, será casi pasional y cuando esto se logra, el receptor se da cuenta y acepta la información de mejor manera.

   Teniendo la información en orden, lo que sigue es la forma de transmitirla. Es importante definir qué se quiere transmitir y a quiénes queremos que llegue el mensaje. Todo es importante, desde el enfoque hasta la imagen ¡No podemos llegar a dar una conferencia acerca de superación personal con la playera rota, los converses sucios, el cabello revuelto y los pantalones deslavados! Es decir, a menos de que ésta vestimenta tenga un propósito.
   
   Tener definido el tipo de público hacia el cual va dirigido el mensaje es muy importante pues de ahí deriva el lenguaje que se va a utilizar, el enfoque se que le dará al tema, que cosas se pueden mencionar y cual es no, cual es la situación general del mismo y muchos otros factores similares. Eso es porque no podemos llegar a una secundaria y hablarles con términos científicos pretendiendo que asimilen y se interesen por la información dada. También es esto importante si se pretende tocar los corazones y mente de las personas pues no es lo mismo hablarle de maternidad en adolescentes a madres de adolescentes que a las adolescentes mismas.

   También se mencionaba la imagen como factor importante. Cuando vemos a una persona por primera vez, tardamos alrededor de 7 y 10 segundos en formarnos una impresión que definirá la aceptación o rechazo a la misma a menos de que con el tiempo o alguna acción, ésta cambie. Si bien no siempre andaremos con traje sastre o vestido largo, es recomendable vestir de una manera que sea agradable a la vista, estar aseado y no desaliñado. Esto crea una imagen de frescura y permite al espectador confiar más en la capacidad del expositor.
   
   Teniendo cubierto este aspecto vamos a lo que sigue: La presencia en el escenario, sea cual sea. No cualquiera puede hacerse dueño de su escenario y dominarlo. Muchos prefieren dar su clase, plática o exposición desde un atril y no está mal si se tiene material de apoyo con más dinamismo que uno.

   Parte de ésta presencia tiene mucho que ver con la posición y la proyección y entonación de la voz. Si no se cuenta con un micrófono, es necesario poner la potencia suficiente para que al fondo de la habitación se escuche fuerte y claro lo que se está diciendo sin forzar la garganta. Y algunos podrían pensar que con micrófono éste manejo no es necesario pero se equivocan. Teniendo micrófono hay que saber manejarlo para que los gritos no aturdan y los susurros se comprendan. Es recomendable hacer ejercicios de dicción pues la pronunciación correcta de las palabras da más facilidad a la transmisión de un mensaje. Siempre con una sonrisa. Siempre con cara de seguridad.


   Para quienes tienen más experiencia ya en éste ámbito lo que sigue está en lograr una interacción con el público. Aquí sí entra lo difícil en el tema pues se tiene que lograr un dominio de la situación constante sin que ésta pierda la intensidad. Es muy importante identificar desde el principio quienes estarán dispuestos a cooperar y quienes sólo traerán problemas. Y en caso de que nadie participe, tener un plan para incentivarlos o para continuar el discurso de manera personal.


   Cuando el discurso ha terminado y comienzan a aparecer las preguntas es importante no olvidar lo siguiente:
  • Escuchar es la base del crecimiento. Algunas veces podrán existir críticas fuertes. Otras no  las habrá. Pero si nosotros pedimos ser escuchados,  escuchar será lo correspondiente.
  • Nunca responder con mentiras. Es detectable y poco ético cuando uno intenta responder una pregunta cuya respuesta desconoce. Lo mejor es ser sincero y admitir que, como humanos, no lo sabemos todo.
  • Ser amable es una regla de convivencia básica. Si la respuesta a la pregunta ya ha sido mencionada se indica, se aclara la duda y no se le da rodeos dando oportunidad a que nuevas preguntas sean formuladas.
  • Agradecer la participación de los oyentes.
   Al final de cuentas estamos tratando con humanos. Nosotros hemos estado en el papel de oyentes y sabemos lo agradable que es cuando nos sentimos bienvenidos. El público siempre será importante para el expositor, sin ellos nunca existiría como tal. Agradecer su atención siempre es vital pues deja una buena impresión y hace más humana la relación. En realidad no es tan difícil hablar en público, sólo requiere de práctica. El que expone debe saber de qué habla, estar consciente de su capacidad y sobre todo darle la importancia y respeto que  merece la situación. Las técnicas para preparar un discurso son muy útiles, pero todo esto culmina siempre en que es una convivencia real en la cual uno resulta ser el líder si se lleva a cabo correctamente.

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