miércoles, 24 de julio de 2013

Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada.

Es increíble como es que la gente no entiende lo que causan sus palabras. O mejor dicho, es increíble lo poco que le importa a las personas cuánto dañan con la manera de dirigirse a los demás.

Nada más y nada menos el día de hoy tuve que actuar a merced de alguien más sin rechistar. Pese a que fuimos a hacernos unos análisis de sangre para descartar la diabetes, desde el primer momento que me levantó, comenzaron los gritos, las negativas y los insultos. Decidí actuar rápido, preciso y sin hablar más de lo necesario para que no se enojara más el individuo en cuestión. Más tarde, luego de venir cansada y casi desmayándome porque me sacaron sangre dos veces, los gritos y las órdenes impartidas de mala manera no menguaron. Cuando al fin pude terminar con las tareas asignadas, acomodé todo para leer y dormir un rato, cosa con la cual me gané un "cómo eres huevona". Y todavía me manda a hacer mil cosas, gritándome feo y demás. Ustedes dirán "¿Y tú para qué haces caso? ¿Para qué te dejas?", si bueno, no es como si pudieras decirle que no a ella sin que se arme un lío. Mejor simplemente te alejas y ya.

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