No es extraño para mi el escribir este tipo de entradas reflexivas de cuando en cuando. Y no tanto para un blog, sino para mi misma. Con el tiempo me he dado cuenta cuando escribo de lo que está más al fondo de mi pensamiento y también que puedo ordenar la superficie del mismo. Ya sea que esté traduciendo una canción o viendo alguna serie de tv por la computadora, o incluso (en el loco caso de que así sea) mientras leo un libro, me gusta ponerme a pensar en la interpretación que le doy a las cosas según sea la circunstancia que se presente.
Como por ejemplo, Ayer que pasé tanto tiempo sola, valoro la hermosura de la compañía de mis amigos y de mi familia. También valoro la soledad para poder disfrutar del silencio. De igual manera me sorprendo a mi misma más silenciosa de lo que pensaba (si omitimos esos pensamientos en voz alta que a veces llegan a ser conversaciones conmigo misma, plantas u objetos de más de 3 minutos). Me doy cuenta de que tengo ganas de leer, de que mis amigos me invitan a fiestas sin que se los sugiera, que mi hermano me cuida como médico y como hermano y que mientras más tiempo esté sin cosas que hacer, más como. Probablemente necesite hacer mucho ejercicio este Diciembre porque sino, los 10 kg que me quedan de los 17 que bajé, van a valer madre.
Son las seis de la mañana y por fin voy agarrando sueño, a dos horas de que suene mi supuesto despertador, por supuesto.
"...Tienes que subir las escaleras, no temas, no te haremos daño. Eso, sigue así. Abre la puerta del ático, no tiene llave pero oculta algo ¿Ves toda esa ropa vieja? Tiene historias, tuvo dueño ¿Ya nos encontraste? ¡Anda, no tengas miedo! Abre el baúl, queremos conocerte, volverte a conocer en realidad porque, Poeta, odio que ya no nos ames. Nos diste la vida con tu poesía y ya no podemos vivir sin ella. Ahora que estamos aquí juntos de nuevo, nada nos va a separar..."
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