Para cuando te das la vuelta, mi sonrisa permanece intacta.
Guardo silencio en tu verdad, acaricio tu recuerdo.
Es tu actitud divertida y prepotente lo que atrapa mi mirada en ti.
El cuerpo no es más que un recipiente para la mente y razón que tanto admiro.
El deseo de pasearme en ese libro página por página hasta descubrirlo todo.
Esa voz, esa piel y ese denso amanecer no serían nada sin tu sabiduría.
Te quiero y eso nunca cambiará.
Siempre serás quien traspasó mi cuerpo para tocar mi ser.
Aun cuando el tiempo avance y mis experiencias no sean tantas.
Aun cuando tu vida haya empezado más pronto que la mía.
Aun cuando tu pelo vístase de canas y tu cuerpo se agote con rapidez.
El abrazarte después del frenesí, me llena de calma.
Algunos se preguntarán ¿Que cosa veo en ti?
Otros ¿Porqué ella si él es diferente?
Mientras por mi mente la pregunta que ronda es siempre
¿Cuándo, si no en ese momento, hubiese sido más perfecto conocernos?
Si las lágrimas turban mi mirada, tu mano firme las seca con tu ropa.
Cuando la soledad ronda nuestras almas, una sonrisa cómplice la ahoga.
Fortuna la de ser recibida con una canción en cada llamada.
Honor el de ser despertada con un "Ten un buen día" cada mañana.
No niego ni negaré que tu sexo fue gozo y tormento.
Tus brazos conocieron de mi espalda la debilidad y de mi cintura la fuerza.
Que la sociedad no fue limitante para darnos caricias.
Ni las caricias limitantes para seguirnos queriendo.
"...Tienes que subir las escaleras, no temas, no te haremos daño. Eso, sigue así. Abre la puerta del ático, no tiene llave pero oculta algo ¿Ves toda esa ropa vieja? Tiene historias, tuvo dueño ¿Ya nos encontraste? ¡Anda, no tengas miedo! Abre el baúl, queremos conocerte, volverte a conocer en realidad porque, Poeta, odio que ya no nos ames. Nos diste la vida con tu poesía y ya no podemos vivir sin ella. Ahora que estamos aquí juntos de nuevo, nada nos va a separar..."
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La opinión de los demás, es siempre bien recibida. Sin ella, nuestro pensamiento nunca crecería.